martes, 9 de junio de 2015

Mi historia: Luchar por algo... Luchar por alguien


El dolor había desaparecido, realmente no sentía nada, mi cuerpo no respondía, pero por dentro me sentía liberada, estaba viva y eso es lo único que importaba. Cuando todo está oscuro y tu vida está pendiente de un fino hilo a tu mente solo llegan imágenes de quienes más te importan. En mi caso, una niña pequeña de rubios tirabuzones, piel blanca y con un simpático hoyuelo en su mejilla derecha inundo mis pensamientos convirtiéndose en mi bastión de fuerza durante aquellos duros momentos. Se trataba de mi hermana menor, con 11 años de diferencia había jugado a las mamas con ella desde el día en que nació. No me había despedido, necesitaba volverla a ver una vez más, así que salir de aquella UVI y reencontrarme con ella se convirtió en mi nueva prioridad.

A pesar de que me suministraban líquido y alimento por vía, la sensación de hambre y sed, por llevar así durante semanas, no cesaba. A cada rato pedía llevarme a la boca una gasa empapada con agua o manzanilla con la intención de humedecer algo mis labios. Son escasos los recuerdos que mantengo de mi época de internamiento en la unidad de cuidados intensivos de hospital Carlos Haya pero en mi memoria aun están el pequeño trozo de chocolate que puso en mi boca uno de los enfermeros, el llavero que me regalaron dos chicas de practicas o la calurosa despedida que me dio el personal el día que me marché, gestos que jamás olvidaré. 

Llego la hora de las visitas, pero esta vez mi padre portaba algo diferente a la habitual lectura. Se trataba de un folleto donde hablaban del Hospital Nacional de Parapléjicos de Toledo, especialista en lesiones medulares, una médico residente había comenzado a mover los tramites para mi traslado allí. Mis ojos se empañaron y un nuevo ápice de luz alimentó mis esperanzas y mis fuerzas por salir de aquella situación estancada en el tiempo. 


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