sábado, 18 de agosto de 2012

Mi historia: Dias Oscuros



Se avecina la tormenta, el cielo se enturbia, el mar se agita y a ti solo te queda aferrarte al viejo timón de madera e intentar que las sacudidas de las olas no tumben tu barco.  Luchar, luchar una y otra vez contra viento y marea  hasta quedar exhausta por no terminar bajo el profundo azul. Así fue mi lucha, así fue mi guerra, y así lo hizo mi instinto de supervivencia. 

 Tras superar un cáncer linfático un año atrás, parecía que las aguas volvían a su cauce, de nuevo recobrar la tranquilidad y retomaba a la vida normal de una chica de 20 años, llena de ilusiones y nuevos proyectos. Lo que no me podría imaginar es que aquellos malos momentos pasados iban a ser una minucia, comparados con lo que se aproximaba. Sí, todo comenzó a oscurecerse cuando de mi cuello brotó un dolor que con el paso de los días iba aumentando tanto que se volvió insoportable.  

Aquellos se alejaba que una simple tortícolis, el dolor era demasiado intenso, tanto que no tenía fuerzas para levantarme de la cama y hacer una vida normal, comenzaba una frenética cuenta atrás por salvar mi vida.  La cómoda de la habitación se llenaba progresivamente de diferentes analgésicos y relajantes musculares pero nada mitigaba aquel dolor extremo. Mis visitas a urgencias se volvieron diarias y mi desesperación crecía al ver la pasividad y la incredulidad de los médicos que aun sabiendo mis antecedentes médicos con el linfoma, solo se limitaron a realizarme una radiografía del cuello y a prescribirme más y más relajantes para una supuesta contractura que decían que tenía. “Tiempo, dale tiempo para que cure”, me decían, sin embargo aquello iba empeorando por momentos y yo me debilitaba tanto que mis piernas comenzaban a flaquear y necesitaba la ayuda de los brazos de mi padre para sostenerme erguida, serían las últimas veces que mis pies tocarían el suelo.
Quizás uno de los episodios más surrealistas e incomprensible fue cuando al cuarto día de mis visitas continuas a urgencias me derivaron al traumatólogo ante nuestra insistencia de que algo ocurría.  Por muy increíble que parezca su diagnostico fue una posible gastritis, ¿gastritis? ¿qué tendría que ver eso con mi cuello? inexplicable.
Resonancia magnética, resonancia magnética, cuando escucho esas palabras… en mi cabeza resuena una y otra vez ¿por qué? ¿por qué? ¿por qué? Ahí estaba la clave, ahí estaba la solución, el fin a tanto dolor, a tanto sufrimiento. Sin embargo, al pedir la citación algo trunco mi destino., la maquina estaba estropeada y eso me privo de una resolución rápida de lo que ocurría y como consecuencia un retraso temporal que truncaría mi estado y me pondría al límite entre la vida y la muerte. Continuará...



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